Redescubriendo Berkane
Intrahistoria de la provincia marroquí que guardan secretos en cada una de sus esquinas

La provincia de Berkane es una de las provincias más importantes del Marruecos rifeño. La capital de la provincia, Berkane, es uno de los puntos más importantes de la región oriental del país magrebí en la que arrastra un camino atractivo junto a la importancia de la mandarina como símbolo y alma de la ciudad.
Una carretera convencional separa a Cabo de Agua, punto de partida, con Berkane. Nada más salir del pueblo, te encuentras a unos 10 kilómetros de un puente donde cruza la desembocadura del Río Mouluya. Además, está situada la Gendarmarie para realizar un control entre provincias.
Después de cruzar el primer puente, se espera un recorrido en una larga carretera convencional con ambos sentidos bastante estrechos. Varias curvas ciegas y peraltadas preservan el peligro de encontrar una «sorpresa» en forma de un coche que sobrepase la velocidad limitada.
Luego de observar un cartel que indica el camino a Berkane, se encuentra el «Ancien Port Moulouya», es decir, el puente antiguo que conectaba la provincia de Berkane con la de Nador. Un puente arcaico y estrecho. El reflejo del río Muluya, lleno y sobrepasado de hierbajos, impoluto frente a un paisaje que rebobina en el tiempo.


Posterior al puente, se disfruta de un paisaje agrícola pese a la desertificación que hay a causa de la escasez de lluvias. No obstante, hay algún ápice de siembra en alguna que otra huerta.
Cuando llegas por primera vez a la ciudad, te impacta la entrada sur. Un vasto desierto sin apenas viviendas junto a un asentamiento de chabolas llamado Jraga antes de entrar en la capital. Pese a ello, una gran estatua de una mandarina, fruta y símbolo de la ciudad, te da la bienvenida a la ciudad.


Amabilidad, gentileza y un gran sentimiento de fraternidad te encuentras en las calles de Berkane. Las cafeterías se encontraban abarrotadas con varios grupos sociales, mayoritariamente hombres, entablando un coloquio intenso.
Esa misma gentileza no se puede encontrar en el tráfico de la ciudad. Caótico, esperpéntico, un sálvese quien pueda. Jamás tendrás la preferencia en un ceda al paso o en un stop, tienes que ganártelo con tu propia picardía en la conducción.
Adentrándose a los barrios de la ciudad se encuentra el core de la sociedad de Berkane. Calles muy estrechas, con lugareños posados en su puerta con una silla mientras los niños juegan, como en antaño; sin teléfonos. A veces el camino se hacía difícil de manejar con el coche por lo apretada que estaba la vía entre las casas.



La mejor manera de definir el comercio en el zoco de Berkane podría ser «El caos perfecto». Jaleo, barullo, desorden… una anarquía perfecta entre vendedores y compradores. Ahmed, zapatero que tiene un estandarte en la zona de reparaciones de calzado, define el zoco como el lugar idóneo para conocer la cultura. Al momento que atiende a la clientela, arregla la suena de unas deportivas y acuerda un precio de la mano de obra por dicha reparación, el bueno de Ahmed recibe un té lleno de hierbabuena que ordenó hace unos momentos en la cafetería de enfrente. Mientras tanto, se destaca por encima de todo, el símbolo de la ciudad: las mandarinas. Redonditas con un naranja intenso. Más de un vendedor ofrece a los transeúntes un octavo de la mandarina para que testeen su dulce sabor.


Ese caos perfecto define, en cierta manera, la vida de la ciudad. Mientras recorres las calles de la ciudad, más claro se ve la gran diferencia social que hay en Marruecos respecto a la calidad de vida. Una sociedad desamparada en la que cada vez hay más pobreza y la extinción de la clase media.


La ciudad, al igual como fue en la entrada, despide con aquella mandarina gigante que rodea una rotonda además de una carretera larga entre huertas inmensas con una esperanza que las hortalizas y frutas salgan lo antes posible para que el comercio siga estable.

De nuevo, Jraga destaca sobre su salida con la gran cantidad de casas hechas por chapas de metal, para mantener la estructura de la casa, y de mantas, para resguardarse de los gélidos días del interior de Marruecos rifeño.

Berkane, una ciudad que no está sobre el mapa de la comunidad marroquí, pero guarda entre sus calles una narrativa que reflexiona y plantea la realidad de una sociedad que cada vez se esfuerza más en sacar las cosas adelante.